viernes, 28 de septiembre de 2012

Parece que, como en el "Tute", en la vida se suplantan palos en orden creciente de importancia. Quien empieza la partida tiene el azar como único arbitrario de su destino, repartidas ya las cartas con las que podrá jugar. Las mira, las siente e intenta que hablen para él, que les digan que ha de hacer con ellas, cuales han de ser sus movimientos. Ellas callan haciendo ver que no diran una palabra y dejando al jugador sumiso en la soledad de saber que es libre de hacer lo que quiera. Comienza la partida. Prosigue. Acaba.

Frente a miles de partidas que ocurren, solo cuatro son los palos. Rombos, trevoles , picas , corazones. Imaginemos aquella partida que va a corazones. Los otros palos quedan al margen ,a su sombra, a que con un simpre movimiento de muñeca se ocultarán y dejarán de ser algo mas que simple cartón plastificado. Todo queda a su merced y la simbología desangra todo su significado en hacer que la existencia del corazón acontezca. En elaborar una historia en la que solo él encuentre el sentido. Todo a merced de un solo palo pues sin él ninguno de los otros deberían existir.

Allá como en la vida misma estamos sumisamente perdidos en una partida de millones de miles de palos distintos. Apenas tenemos manos contabilizadas en días de vida para siquiera mirar sus formas e intentar asociarlos entre ellos. Quizás lo mas difícil y extraño de este enorme juego sea que la mano del azar actuó previa a nuestra propia razón y quedamos ciegos ante el conocimiento del motivo de nuestros movimientos.
Apostarlo todo por algo... Calibrar todo por un fin... Establecer el escrupuloso orden de la simetría de intenciones para un objetivo... desconocido.

Quizás los mas inteligentes logren descubrir a que palo van en este inmenso juego que es vivir, en base a las heridas que acumulan por partida.






(* El hecho de que parezca que el Tute se juega con cartas de Póker es erróneo)


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